Dos míticos grupos de rock español y un nombre propio. ¿La razón? El talento. Una manera única de componer y de clavar palabras con tinta de poeta.
Alfredo “Alfa” Fernández puede alardear de haber formado parte de Buenas Noches Rose (enormes leyendas del underground rockero) y de los díscolos Le Punk, bandas para las que sobran halagos después de haberse hecho distinguir en el panorama de actualidad musical durante años.
Pero Alfredo, como los verdaderamente grandes, es humilde. Sobre el escenario es capaz de comandar un botín y de hacer rodar cabezas, pero cuando se baja de él es consciente de que lo suyo es una profesión artesanal, que crear buenas canciones exige lo mejor de él, muy lejos de artificios y dobleces.
La primera vez que el mundo supo de Alfredo fue, precisamente, mediante su primera banda, los Buenas Noches Rose (o los Rose, como se les conoce familiarmente). Corría 1995 cuando se editó su disco de debut, titulado como el mismo grupo. Era una época en que lo habitual era cantar en inglés por muy español que fueras (tampoco importaba que no dominaras el idioma), en la que la pose indie comenzaba a pesar más que la música. Justo ahí fue cuando aparecieron Buenas Noches Rose, con un rico sonido añejo y unas letras salvajemente mordaces. No fueron los primeros en inspirarse en los setenta, ahí estaban los primeros M Clan y la Vacazul, pero si fueron únicos a la hora de utilizar elementos procedentes de Led Zeppelin, Hendrix, Stones o Grand Funk Railroad para envolver un ideario actual, punk en su intención, indómito, directo… Y muy trabajado. Por que los Rose no escupían, sino que esgrimían sus eléctricos riffs y sus afiladas palabras como elegantes armas. Y Alfredo tenía mucho que ver, no solo era un líder natural, sino que compuso la mayoría de las letras y músicas que formaron parte del citado debut, de un segundo y tremendo disco bautizado “La danza de la araña” y de un tercero llamado “La estación seca” en el que tuvo que pasar a hacerse cargo de las voces debido al abandono de Jordi Piñols, vocalista del grupo.
Precisamente, comenzar a cantar en “La estación seca” marcaría su futura carrera musical. No solo demostró ser un vocalista solvente sino que se exhibió como un auténtico luchador, un tipo que no permitiría morir la banda de su vida. Pese a que “La estación seca” fue un muy buen disco, no dejó de ser el finiquito de la banda, una despedida. Por el camino quedaba un repertorio dorado que contaba con sublimes canciones como ‘La leyenda del lobo cantor’, ‘Campanilla’ o ‘Deseando amor’. Cada miembro seguiría su camino. Rubén Pozo, el otro guitarrista del grupo formaría Pereza y Alfredo continuaría adelante con nuevas ideas.
Pero un paso importante se había dado, el músico comenzaba a centrarse en su capacidad para emocionar cantando y tocar la guitarra al mismo tiempo, con rockerío, sin amagos folk.
Su siguiente proyecto comenzó a dar que hablar a nivel underground, pero Perros de Paja -que así se llamaba su nueva banda- no pasó de las maquetas. Se trataba de un combo de rock stoniano que contaba con canciones notables como ‘No puedo vivir sin tu amor’, aunque nada rupturista respecto a Buenas Noches Rose. Y Alfredo es un tipo que necesita crecer continuamente.
Precisamente, la ruptura respecto a modelos previos se produce con la formación de Le Punk, banda en la que Alfredo militaría casi nueve años y que en la actualidad se encuentra en periodo de descanso sin fecha fija de reanimación. Le Punk, cuyo esencia era avivada por el guitarrista Joe Eceiza, el bajista Dani Patillas y el propio Alfredo, era una banda que jugaba con el rock, el swing y elementos de música europea, desde los Balcanes hasta Francia, con escapadas al tango argentino.
Si en Buenas Noches Rose la tarea compositora recaía prácticamente en él, esta vez el músico contaba con el respaldo de sus dos compañeros a la hora de dar forma a un repertorio que se repartiría a lo largo de los tres discos que el grupo firmaría hasta su actual parada indefinida. Con el primero de ellos, “La logia de la canalla”, presentaron credenciales, con el EP “Dos puñaladas a Gardel y otros tres delitos” se acercaban al tango y con el segundo largo, “No disparen al pianista”, oscurecieron su propuesta, resultando un trabajo melancólico aunque explosivo con joyas firmadas por Alfredo como el single ‘La virgen de la soledad’ o la hermosa ‘Vivir sin recordar’ (dos paradas perfectas para introducirse en el arte de este caballero).
Disco a disco y escenario tras escenario, el rock comienza a hacerse más presente, como un arma al que aferrarse en una época en la que sufren la caída de la industria discográfica y en la que tienen que sobrevivir creyendo en ellos mismos. Atrincherados graban el que quizá sea su mejor trabajo, “Mátame”, un disco más guitarrero que se abre a influencias americanas y contiene piezas magistrales -cortesía de quien nos ocupa- como la monumental ‘La canción del soldado’ (muy Dylan) o ‘De que madera estás hecho’ (un bastardo soul casi negro), llevándoles a reventar la prestigiosa sala Joy Eslava en la fecha de su presentación y a llegar una nueva audiencia. Incluso Enrique Bunbury produjo y cantó con ellos la versión single de ‘Te llevo en el cuore’, y ya sabemos que el Enrique no colabora con cualquiera.
Una nueva sección de viento y el espíritu luchador e indomable de Alfredo ayudan a que la banda gane en arreglos y en prestación, como se registró en “Volúmen I”, un grandes éxitos virtual que solamente se podía escuchar en la red y en el que regrabaron un buen puñado de sus mejores temas.
Y del reciente pasado al presente. Le Punk descansan indefinidamente y Alfredo agarra su guitarra para crear nuevas canciones desde su trinchera, con dignidad, fuerte personalidad y vocación, mucha vocación.
Biografia a cargo de Juanjo Ordás (EFE EME, ROLLING STONE)
« Contraer...