Si el "buen rollo" se pudiese materializar, sin duda lo haría personificado en Javier Alvarez. Frente a la imagen más introspectiva y hasta cierto punto solemne de su anterior álbum, “Tres” nos descubre al Javier absolutamente abierto y dinámico, un torbellino en ebullición que parece estar descubriendo el mundo minuto a minuto.
El álbum es fiel reflejo de su estado de ánimo: variado, divertido, repleto de ironía y plagado de referencias musicales procesadas y reconvertidas en puro "sonido a Javier Álvarez".
”Tres” tardó un poco más de la cuenta en ver la luz por inoportunos problemas legales que le condujeron a la exasperación e incluso a plantearse la posibilidad de enterrar definitivamente la grabación. Menos mal que lo suyo no son las decisiones drásticas, porque el resultado mereció la pena.
Un elepé al que le costó mucho tiempo ver la luz y no por culpa del proceso creativo, sino por una serie de entresijos burocráticos en l…
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Si el "buen rollo" se pudiese materializar, sin duda lo haría personificado en Javier Alvarez. Frente a la imagen más introspectiva y hasta cierto punto solemne de su anterior álbum, “Tres” nos descubre al Javier absolutamente abierto y dinámico, un torbellino en ebullición que parece estar descubriendo el mundo minuto a minuto.
El álbum es fiel reflejo de su estado de ánimo: variado, divertido, repleto de ironía y plagado de referencias musicales procesadas y reconvertidas en puro "sonido a Javier Álvarez".
”Tres” tardó un poco más de la cuenta en ver la luz por inoportunos problemas legales que le condujeron a la exasperación e incluso a plantearse la posibilidad de enterrar definitivamente la grabación. Menos mal que lo suyo no son las decisiones drásticas, porque el resultado mereció la pena.
Un elepé al que le costó mucho tiempo ver la luz y no por culpa del proceso creativo, sino por una serie de entresijos burocráticos en los que Ray Dorser (autor de “In the Summertime”, la canción de la que Javier tararea un trozo en su tema Padre) exigía un porcentaje de los derechos de autor que a Álvarez le parecía excesivo.
En “Tres” se refleja el cambio anímico y musical de Javier Álvarez. Letras más radicales, música con influencias que no se suponen en la carne de un cantautor como Dios manda (Abba, Michael Jackson, Anita Ward o Julio Iglesias) y una imagen más cercana a la de un disc jockey de moda que a la de aquel chico que cantaba en el Retiro, y al que un buen día descubrió un avispado productor discográfico para lanzarle al éxito masivo.
Entre la nueva imagen de Álvarez (con pelo teñido, perilla y gafas fashion) y la letra de Padre, primer single del disco, en la que se confiesa "pajillero, maricón, drogadicto, okupa, rojo, bizco y de Alcorcón" más de uno debió pensar que el Javier Álvarez que aparece en el disco es un cantante nuevo que, casualmente, se llamaba igual que aquél que cantaba La edad del porvenir. Javier Álvarez en este disco ya no era aquel chaval de aspecto frágil que debutó tímidamente con un éxito arrollador. Tenía las cosas bastante claras, por más que antes no las tuviera oscuras, y no se corta un pelo ni se lo tiñe de azul, aunque podría, para contar y cantar sus cosas. En “Tres”, ya no hay sentimientos de culpabilidad sino más bien audaces declaraciones de principios, muchas risas y algunas muestras de lo que ha estado haciendo desde 1995: divertirse.
Aunque no se refleje del todo en su música, Javier Álvarez se engancha a los ritmos tecnológicamente más actuales en el campo personal, desde el techno hasta el drum'n'bass. Eso consigue que “Tres” suene más cercano al pop que a la canción de autor tradicional, la de la guitarra de palo y cojín en el suelo. Eso y su actitud hicieron que en 1999 Javier Álvarez cambiara de tercio.
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