Hace ya doce años que se creó Love To Art. ¿O son diez? No está claro. No lo sabe nadie. Siempre ha existido una nebulosa acerca de la dichosa fecha. ¿Hicimos mil conciertos o tres mil? Uff, depende de lo que se entienda por concierto y depende de la memoria de cada uno. O del día. ¿Quizás dos mil? Lo que sea, porque ya es historia. Love To Art no existe. Y ha desaparecido en su mejor momento, que es precisamente cuando deben hacerse estas cosas. Antes de que nada se pudra, antes de que la rutina mate, antes de que empiece la decadencia. O algo mucho más simple que eso, la verdad, porque tampoco estamos hablando del Imperio Británico.

Todos los involucrados en Love To Art presumiremos siempre de haber hecho lo que hemos hecho, de haber arriesgado cuando había que hacerlo y de haber vivido tantos días con grupos con los que nunca habíamos soñado poder compartir unas cañas o una furgoneta. Estamos muy orgullosos, por supuesto. Pero de orgullo no se vive, no da de comer.

Lo que alimenta de verdad es la ilusión. ¿Conocéis a alguien en el mundo que tenga más ilusión que Alondra Bentley? ¿Y alguien que sepa contagiar esa ilusión como ella? No, no hay nadie. ¿Y sabéis cuántos años llevábamos tratando de convencer a Muni Camón para que grabara su propio disco? Sin mucha confianza, claro, porque tenía que decidirlo ella, y… ¡¡¡por fin lo ha hecho!!! Quienes estábamos esperando ese instante seguimos aquí, a su lado, como siempre. ¿Y habéis escuchado el nuevo disco de Tokyo Sex Destruction? No, aún os faltan unos meses. Pero es lo mejor que han hecho nunca. ¿Cómo vas a hablarle de ilusión a alguien como ellos que, mientras regresan de un mes de gira con It’s Not Not por Alemania, sacan un rato del ensayo de Lions Constellation y luego preguntan por el siguente concierto? Mientras estás leyendo esto, quizás hayan creado otra banda. ¿Ilusión? Les sobra. A algunos sólo les falta tiempo.  Como a Aaron y a Josh, ahora que acaban de ser papás. Habrá que alimentar a sus niños. Otros recién nacidos, como Yani Como, acaban de llegar y no lo han hecho para a… Más... »

Hace ya doce años que se creó Love To Art. ¿O son diez? No está claro. No lo sabe nadie. Siempre ha existido una nebulosa acerca de la dichosa fecha. ¿Hicimos mil conciertos o tres mil? Uff, depende de lo que se entienda por concierto y depende de la memoria de cada uno. O del día. ¿Quizás dos mil? Lo que sea, porque ya es historia. Love To Art no existe. Y ha desaparecido en su mejor momento, que es precisamente cuando deben hacerse estas cosas. Antes de que nada se pudra, antes de que la rutina mate, antes de que empiece la decadencia. O algo mucho más simple que eso, la verdad, porque tampoco estamos hablando del Imperio Británico.

Todos los involucrados en Love To Art presumiremos siempre de haber hecho lo que hemos hecho, de haber arriesgado cuando había que hacerlo y de haber vivido tantos días con grupos con los que nunca habíamos soñado poder compartir unas cañas o una furgoneta. Estamos muy orgullosos, por supuesto. Pero de orgullo no se vive, no da de comer.

Lo que alimenta de verdad es la ilusión. ¿Conocéis a alguien en el mundo que tenga más ilusión que Alondra Bentley? ¿Y alguien que sepa contagiar esa ilusión como ella? No, no hay nadie. ¿Y sabéis cuántos años llevábamos tratando de convencer a Muni Camón para que grabara su propio disco? Sin mucha confianza, claro, porque tenía que decidirlo ella, y… ¡¡¡por fin lo ha hecho!!! Quienes estábamos esperando ese instante seguimos aquí, a su lado, como siempre. ¿Y habéis escuchado el nuevo disco de Tokyo Sex Destruction? No, aún os faltan unos meses. Pero es lo mejor que han hecho nunca. ¿Cómo vas a hablarle de ilusión a alguien como ellos que, mientras regresan de un mes de gira con It’s Not Not por Alemania, sacan un rato del ensayo de Lions Constellation y luego preguntan por el siguente concierto? Mientras estás leyendo esto, quizás hayan creado otra banda. ¿Ilusión? Les sobra. A algunos sólo les falta tiempo.  Como a Aaron y a Josh, ahora que acaban de ser papás. Habrá que alimentar a sus niños. Otros recién nacidos, como Yani Como, acaban de llegar y no lo han hecho para aburrirse, no.

Y el orgullo que habíamos acumulado después de trabajar tantos años con otros artistas maravillosos como Nacho Vegas, Christina Rosenvinge, Australian Blonde, Los Imposibles, Nixon o Los Negativos, y cientos de grupos más, se convierte, no sabes muy bien cómo, no puedes ni siquiera controlarlo, en ilusión. Y se va retroalimentando. Sí, como eso del feedback de lo que tanto hablamos -y tan pocos podemos explicar- en nuestros conciertos. De repente, la ilusión se hace útil. Se convierte en energía. Y decides seguir. Y sacar pecho. Y te quieres convertir en un artista. Simplemente, como ellos.