Ha llegado el momento de que el siempre divertido e irónico Jason Ringenberg se ponga serio... Aunque sólo sea viendo el contenido de su “Empire Builders”. En este álbum, el quinto de su carrera en solitario, el de Illinois demuestra tener una personalidad y una conciencia social que haría callar a cualquiera que pensara que todo aquel que lleva un sombrero vaquero y hace música con acento sureño ha de ser un borrego más en el redil. Nada más lejos de la realidad. Para empezar, Ringenberg aclara que siempre se debe estar orgulloso del país al que uno pertenece, sean quienes sean sus líderes, y que hay que creer en el valor individual de cada persona. Pero se ha convertido en parte destacada de esa ola político-musical posterior al 11 de septiembre a la que pertenecen cada vez más artistas que, precisamente apoyándose en su popularidad, muestran su desacuerdo con la política exterior de su país o, más bien, de su presidente.
Este disco, que se abre con una frase que corta la respiración e invita a reflexionar desde el primer momento ("Yes, we can bomb most any land / Send their kids to Disneyland"), está compuesto por once temas inspirados en gran parte por sus experiencias personales como estereotipo de artista country en gira por el mundo, al que se le ha confundido muchas veces como un “representante” de la política exterior americana. Pero Jason prefiere defender la disonancia que supone usar un estilo de música que puede chocar con las letras de canciones como “American Question”, "New-Fashioned Imperialist", "Eddie Rode the Orphan Train", la agridulce canción de amor "She Hung the Moon (Until It Died)", o incluso la satírica versión de Merle Haggard, “Rainbow Stew”, que trata del tan esperado día en el que los políticos cumplirán sus promesas.Si tú también estás harto de que todo el mundo crea que la música de profundas raíces americanas es sinónimo de mentes cerradas y generalmente relacionadas con las posturas más conservadoras, es el momento de hacer que la gente escuche al granjero Jason, y dejar de una vez de juzgar al libro por la portada
Biografía
Con su habilidad para otear el futuro y su gusto por el pasado, Jason Ringenberg siempre ha desafiado cualquier definición. Mezclando viejos y nuevos estilos, ha puesto de moda un sonido único que crea problemas a los locutores radiofónicos y a los dependientes de las tiendas de discos. Pero, como ha escr…
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Ha llegado el momento de que el siempre divertido e irónico Jason Ringenberg se ponga serio... Aunque sólo sea viendo el contenido de su “Empire Builders”. En este álbum, el quinto de su carrera en solitario, el de Illinois demuestra tener una personalidad y una conciencia social que haría callar a cualquiera que pensara que todo aquel que lleva un sombrero vaquero y hace música con acento sureño ha de ser un borrego más en el redil. Nada más lejos de la realidad. Para empezar, Ringenberg aclara que siempre se debe estar orgulloso del país al que uno pertenece, sean quienes sean sus líderes, y que hay que creer en el valor individual de cada persona. Pero se ha convertido en parte destacada de esa ola político-musical posterior al 11 de septiembre a la que pertenecen cada vez más artistas que, precisamente apoyándose en su popularidad, muestran su desacuerdo con la política exterior de su país o, más bien, de su presidente.
Este disco, que se abre con una frase que corta la respiración e invita a reflexionar desde el primer momento ("Yes, we can bomb most any land / Send their kids to Disneyland"), está compuesto por once temas inspirados en gran parte por sus experiencias personales como estereotipo de artista country en gira por el mundo, al que se le ha confundido muchas veces como un “representante” de la política exterior americana. Pero Jason prefiere defender la disonancia que supone usar un estilo de música que puede chocar con las letras de canciones como “American Question”, "New-Fashioned Imperialist", "Eddie Rode the Orphan Train", la agridulce canción de amor "She Hung the Moon (Until It Died)", o incluso la satírica versión de Merle Haggard, “Rainbow Stew”, que trata del tan esperado día en el que los políticos cumplirán sus promesas.Si tú también estás harto de que todo el mundo crea que la música de profundas raíces americanas es sinónimo de mentes cerradas y generalmente relacionadas con las posturas más conservadoras, es el momento de hacer que la gente escuche al granjero Jason, y dejar de una vez de juzgar al libro por la portada
Biografía
Con su habilidad para otear el futuro y su gusto por el pasado, Jason Ringenberg siempre ha desafiado cualquier definición. Mezclando viejos y nuevos estilos, ha puesto de moda un sonido único que crea problemas a los locutores radiofónicos y a los dependientes de las tiendas de discos. Pero, como ha escrito John Aizlewood en las páginas de The Guardian, él fue“hace veinte años el pionero de lo que entonces se llamó ‘nueva sinceridad’. Ahora, se le respeta como el primer portavoz del country alternativo”.
Donde mejor se evidenciaron los elementos que le han hecho admirado en todo el mundo fue en discos como “All Over Creation”, en el que sus variadas influencias se veían reforzadas con colaboraciones de todo tipo de amigos, como Steve Earle, BR5-49, Tommy Womack, Kristi Rose, Todd Snider, The Wildhearts, Lambchop...
El público que fue a verlo en sus primeros conciertos en solitario probablemente no estaba seguro de lo que se iba a encontrar al verlo por primera vez en dos décadas sin su eléctrica banda, The Scorchers. Parecía que una sola guitarra y un solo micro no iban a ser suficientes para transmitir toda su energía, pero Jason, armado con su carisma y su amplio repertorio, consiguió convencerles con su emocionante intensidad. The Chicago Suntimes consideró su directo como el mejor espectáculo en solitario de 2001. En palabras de David Sinclair (The London Times), “Se había ganado en directo la reputación de ser uno de los mejores artistas de su generación”.
Jason Ringenberg nació en Sheffield, un pequeño pueblo de Illinois, entre los ríos Mississipi e Illinois, y pasó su bucólica infancia en una granja rodeada por una geografía espectacular: las aguas llenas de sombras de un viejo canal, bellas y ancianas iglesias y pequeños cementerios en medio del campo. El lugar perfecto para que un muchacho aprendiera a apreciar las cosas que debía recordar y, al mismo tiempo, desarrollara su curiosidad para saber lo que le quedaba todavía por descubrir. Como él mismo ha dicho, “amaba la vida de la granja y su atmósfera especial, pero siempre me sentí empujado hacia el mundo que había más allá del horizonte".
Con el tiempo, empezó a buscar la forma de adaptar los sonidos más tradicionales a la energía de otra música que le atraía especialmente: el punk. Jason estaba decidido a formar un grupo en el que pudiera fundir el poder emocional del country con la energía visceral del rock. Por eso viajó a la gran ciudad, Nashville, en 1981, donde encontró a un joven músico con ambiciones similares a las suyas, Jack Emerson, quien acabaría convirtiéndose en manager de los Scorchers y que hoy en día es copropietario, junto a Steve Earle, del sello E-Squared Records. De aquellos primeros contactos en Nashville surgieron los Scorchers: el bajista Jeff Johnson y el batería Perry Baggs acabaron atrayendo al virtuoso guitarrista Warner Hodges. En el centro del grupo, Jason, con sus botas y su sombrero de cowboy.
En 1982 se publicó su primer disco, el crudo “Reckless Country Soul”. Su música y sus tremendos shows empezaron a convertirse en una leyenda, y uno de sus conciertos en Nashville congregó a 5.000 fans. “Fervor”, un disco de siete canciones, con una versión del clásico de Dylan “Absolutely Sweet Mary” convenientemente adaptada a las características del grupo, los hizo aún más conocidos, y de él dijo Jimmy Guterman en el New York Times: “En menos de 30 minutos de música, los Scorchers han reescrito la historia del rock’n’roll sureño”. Este disco se encuentra entre los 100 mejores discos de rock’n’roll de la revista Rolling Stone y entre los 100 mejores discos de country de la Country Music Association. Después llegaron otros trabajos: “Lost And Found” (1985), en el que se fijó el standard del rock poderoso asentado sobre raíces country; “Still Standing” (1986), con su hit "Golden Ball and Chain", y “Thunder And Fire” (1989), en el que empezaban a notarse ciertas disensiones en la banda. En aquel momento, Jason optó por acercarse más a la vertiente country de su música y editó “One Foot In The Honky Tonk”, un intento por acercarse al sonido mainstream de Nashville. "Fue un lugar bonito que visitar, pero la verdad es que yo no pertenecía realmente al mundo del country comercial”, diría más tarde.
Después de aquello, los Scorchers regresarían con “A Blazing Grace” (1995), pero se superarían con un aclamado por la crítica “Clear Impetuous Morning”, tras el cual se editaría el doble en directo “Midnight Roads And Stages Seen” (1998), grabado en distintos directos en su escenario favorito de Nashville, el Exit/In. La ciudad que no sabía qué hacer con Jason & The Scorchers en 1981 por fin los reconoció veinte años después. Los visitantes del Country Music Hall of Fame pueden ahora encontrar memorabilia de la banda junto a la de otros héroes de la ciudad como George Jones, Hank Williams and Jimmie Rodgers
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