La calle Palacio, en l’Eliana, es una calle como cualquier otra de cualquier otro pueblo valenciano. Una calle estrecha, de puertas traseras, garajes y algún corral que un día de estos acabará siendo un edifico de tres pisos y azotea. En la calle Palacio tiene su almacén el Bar Marco y allí, casi desde el principio de los tiempos, viene ensayando sus canciones La Habitación Roja. Quizá se pregunten porqué hemos empezado esta biografía hablando de un callejón, de una parte de la trastienda de una de las mejores bandas del rock español de los últimos años. Pues por eso, porque LHR es una banda de trastienda, de trabajo hecho desde atrás, casi a golpe diario y a ritmo de boga de ariete. Es imposible entender la actual situación del grupo sin hacerse una pequeña idea de todo el trabajo que se ha hecho, de la horas de ensayos, del sudor derramado y de los kilómetros recorridos una y otra vez. También del orgullo de creer en uno mismo a pesar de muchas cosas, con un punto de cabezonería. Y, por supuesto, de talento; pero esa es otra historia.
LHR nace allá por 1994 en l’Eliana. Jorge Martí y Jose Marco son amigos desde tiempos escolares, y mantienen la amistad en el instituto, cuando empiezan a definir sus inquietudes musicales, con la marca indeleble de varios grupos de los ochenta que han quedado atrás y deslumbrados por los nuevos tiempos e independencias. Decididos a no estancarse como melómanos adolescentes, Jorge y Jose, acompañados al bajo por J. Alberto Valls, dan comienzo a sus primeros ensayos, desvirgando los instrumentos con el Boys don’t cry de The Cure y alguna versión más. A la vez, Jorge empieza a componer sus primeros temas, en inglés y con unas melodías fáciles e incontestables que, desde ese momento, se convertirán en una de las marcas de la casa. Dejando atrás el primer nombre de la pareja - Some -, con apenas un puñado de conciertos locales como bagaje y muchas horas de ensayo, en marzo de 1995 deciden grabar su primera maqueta con la producción de Salva y Ángel Sanambrosio, dos padrinos de las escena rockera local, el segundo de los cuales fallecerá poco después y a quien LHR dedicarán una canción en el álbum Popanrol. Escuchar hoy Play Pop Vol. 1 es revisitar una época ilusionante, donde Jose y Jorge emulaban a bandas como los Lemonheads, REM o los Teenage Fanclub con descaro, sin olvidar su condición amateur pero con ganas de ser algo más que eso. Entre otros nombres de amiguetes y novietas, en los agradecimientos del Play Pop aparecen unos tales Pau y Juanjo “Prisionero”. El primero, Pau Roca, viene de Valencia ciudad, ha aprendido a tocar la guitarra escuchando a Iron Maiden y a los Smiths (curiosa mezcla) y conoce a Jorge y a Jose en los locales de ensayo municipales, cuando a la pareja les sorprende escuchar en aquellos bajos mal acondicionados unos acordes de la banda de Morrissey. El segundo, Juanjo Montaner, de l’Eliana, es un enamorado de los Beatles y del viejo rock’n’roll y también toca la guitarra en varios grupos elianeros, aunque entrará en la Habitación echando una mano con el bajo. Con Pau y Juanjo ya como miembros de pleno derecho, LHR empieza a mover la maqueta y se inscribe en el Circuit Rock 100 de ese año. Tras varios conciertos resultan vencedores del certamen, entre más de 200 bandas, junto a Ciudadano López y Alternative Scream, presentándose oficialmente ante al mundillo musical valenciano en la sala Arena junto a los Sugar Ray. El primer gran salto adelante ya está dado. Todo parece ir demasiado rápido, pero en la Habitación Roja no cabe el mareo, así que, tras las consiguientes actuaciones, un disco-recompensa por ganar el Circuit (y del que hoy prefieren no acordarse), y un largo viaje de Jorge por Escandinavia, en el otoño de 1996 entran de nuevo en un estudio para grabar un disco clave en su carrera: Popanrol. Quizá, esa “clave” del Popanrol no está en lo musical. Es cierto que el sonido tipo que LHR habían apuntado en la maqueta un año antes ya está más que mejorado y definido en las seis canciones del Popanrol, a medio camino entre el power pop de los noventa y el rock nacional de los 80. Además, abandonan (casi) definitivamente el inglés como idioma de transmisión y se pasan al castellano, con unas letras de Jorge todavía titubeantes pero perfectamente acordes al concepto popero musical que tiene la banda por aquel entonces.
Pero a lo que íbamos. Lo importante del Popanrol - grabado y producido por LHR en Estudio 12, de Valencia- es que gracias a él, la compañía zaragozana Grabaciones En El Mar se fija en la banda y la ficha para el sello, editando el mini LP en mayo de 1997 y organizando su primera gira por toda España - Inestereo Tour - junto a los andaluces Cecilia Ann. He aquí el inicio de otra constante en la biografía de LHR: su querencia hacia el asfalto, que igual sirve para promocionar la música de uno que para curtirlo emocionalmente. Y se nota. Uno de estos primeros peldaños en la faceta “directa” de LHR es su participación en 1997 como representación valenciana del festival Ballantine’s Urban High que se celebró en el Puig (Valencia) y que anteriormente había estado girando por Berlín, París, Praga, Moscú o Milán. En aquella edición se contó con unos Prodigy en su momento más álgido, Skunk Anansie, Dover o los Seahorse de John Squire, antiguo guitarrista de los Stone Roses por los que LHR siempre han profesado auténtica devoción. Termina la gira y en diciembre de 1997 entran de nuevo en los estudios Zero para grabar esta vez un LP hecho y derecho. Todo lo que han dejado atrás en menos de un año les ha servido para ubicarse en su propia relación con el mundo de la música. En fin, que tienen las cosas muy claras. Y por eso graban un disco mayúsculo, una colección de 15 canciones de melodías clarividentes y, encima, bien tocadas. Algo que, entre otras cosas, ha permitido que joyitas como ¿Y?, Mi habitación, Sofá, Te quiero o Mentira sigan siendo validas y recordadas en casi todos los conciertos de la banda bastantes años después. Desde el mismo momento en el que el disco - La Habitación Roja - se publica en abril de 1998, LHR se convierten en uno de los referentes ineludibles del rock independiente del país. La gran esperanza valenciana se afianza en toda España a través de una mini gira promocional de entrevistas y actuaciones. Tan seguros están de lo que están viviendo que no dudan en pedir un crédito bancario para pagar su libertad respecto a su antiguo manager, y que seguirán pagando durante varios años. El verano de 1998 marcará un antes y un después para LHR. Tras grabar un concierto en Radio 3 que también será retransmitido por la 2, en agosto participarán en el Festival de Benicàssim. La experiencia para ellos es, cuanto menos, extraña. Antes de esta cita ya habían formado parte del FIB desde su primera edición. Pero lo habían hecho como público entregado a sus ídolos, capaz de pasarse las horas al sol y maldormir en tiendas de campaña. De repente, una tarde de viernes, ahí están ellos, frente a su pasado e inaugurando el escenario grande para dar paso a gente como Björk, Primal Scream, The Jesus & Mary Chain o Sonic Youth. Tras este hito personal, en septiembre dan comienzo a otra gira que durará hasta abril del año siguiente y en la que presentarán su flamante disco en más de 60 conciertos, entre ellos en el BAM de Barcelona. Durante los siguientes meses continúan las actuaciones, las carreteras y cuando se está tan seguro de algo, una pausa puede ser contraproducente. Así que en marzo, con un buen puñado de canciones en la recamara, LHR se vuelve a meter en un estudio para grabar las maquetas de lo que será su siguiente disco: Largometraje. La evolución continua de la banda vuelve a demostrarse en la personalidad de las nuevas canciones que van preparando en el garaje de la calle Palacio. El abanico de referencias musicales se amplía - mucho más contemporáneo - aunque esto no se riñe con esa marca especial de la casa cada vez más definida. Por fin, entre junio y julio de 1999 se encierran de nuevo en el estudio y nace Largometraje. Otro hito particular, con una producción sorprendente - a cargo de Jorge y de Pau- para una banda que apenas lleva cuatro años dedicándose a la cosa musical y que le ha perdido el miedo al toro al poco de salir a la plaza. La consigna, más o menos, sigue siendo la misma que en el disco anterior: melodías incontestables y bien encadenadas, cierta pretensión generacional y tirria a la ramplonería. Pero esta vez han tenido mas medios y ellos son mejores músicos, lo que hace de Largometraje un disco más elaborado y con más matices. Todo está preparado para otro salto hacia delante. Y así lo hace parecer un dato curioso. En el FIB del 99, en el que no participan, su single de adelanto, con la memorable Crónico, es el disco más vendido en la feria musical que acompaña al evento. Largometraje sale al mercado el 27 de septiembre y la acogida es la esperada para un grupo alejado de las obligaciones comerciales y que cumple, con creces, con las expectativas de los que siguen de cerca. Así, a principios de 2000, su nombre aparece con asiduidad en todos los recuentos de lo mejor del año: mejor disco para los oyentes de Viaje a los sueños polares, de 40 principales; disco de la semana en El País de las Tentaciones, que les coloca en el primer puesto de sus recomendaciones; Mondo Sonoro lo sitúa en cuarto lugar; Disco Grande, de Radio 3, distingue Un Mundo Perdido como mejor canción y les aúpa al tercer puesto en las categorías de mejor disco y mejor directo... Hablando de directos, con Largometraje, LHR inician en octubre otra gira por toda España que les consolida como una de las bandas con el mejor directo del país. Verdaderamente, la Habitación Roja que se puede escuchar sobre el escenario parece una banda paralela a la que se escucha en los discos. Da la impresión de que la energía se canaliza de otra manera, y eso marcará años después el crecimiento del grupo. En la gira, LHR incorpora al teclista Edu Martínez con quien el grupo daba a su sonido otra vuelta de tuerca que en aquellos momentos se antojaba esencial y que mantendrán en su siguiente disco. Mientras, la furgoneta les lleva a festivales como el Socarrat, en Xàtiva, o como el Doctor Music, en Oviedo, donde volvieron a compartir cartel con auténticas leyendas que suelen formar parte de sus estanterías (verbi gratia, el legendario Lou Reed). En el camino se ha quedado Juanjo, en busca de una vida más tranquila tocando la guitarra, que es lo que realmente le gusta. Pero pronto aparece Mark Greenwood, que contesta a un anuncio de prensa de LHR buscando a un bajista y que, según cuentan las crónicas, cuando hizo la prueba pertinente demostró saberse las canciones al dedillo. Con él y con un puñado de canciones maqueteadas, da comienzo el siguiente paso hacia adelante: el disco Radio. En este tiempo, sobre el grupo va creciendo un aura de banda de calidad capaz de pasar la barrera comercial en la que se mantiene si se dieran ciertas condiciones. Esta evolución natural del grupo pesa sobre GELMAR que, por miedo a que el monstruo que están creando les desborde, se alían con otra compañía discográfica (Astro) para publicar conjuntamente el cuarto trabajo de la banda. Entre otras cosas, aumenta el presupuesto, así que LHR hace de nuevo las maletas y se va a Vigo para grabar con Pablo Iglesias, uno de los productores de moda en aquel momento. El resultado es Radio, otra colección de melodías memorables, unas letras íntimas como siempre y otras en las que ya va asomando cierta intención. El sonido se endurece, camino que parecen tomar ya definitivamente como huyendo de la fama edulcorada que tanto se dedicaban a recordar los más cerriles. Canciones como El hombre del espacio interior, la seminal Un día perfecto o Bona Nit, (una “rareza” por estar cantada en valenciano), permiten mantener el listón particular bastante alto (el disco vuelve a ser reseñado como uno de los mejores de 2001 por los medios especializados ). Pero el grupo no acaba de estar satisfecho del resultado final e incluso años después, Jorge dirá en alguna entrevista que a Radio le falta el “alma”. Con alma o sin ella, el LP se publica un 3 de mayo y el estatus de LHR como uno de los grupos más importantes de la escena independiente española se reafirma. Tanto es así, con son elegidos, junto a los norteamericanos Luna, para presentar el FIB de ese año. Pero esto será sólo un prólogo para uno de los momentos álgidos en la historia del grupo. El (...) de agosto de 2001, a eso de las diez y media de la noche, LHR vuelve al escenario principal de Benicàssim. Años atrás, en 1999, eran unos chavales emocionados por compartir camerinos con los Teenage o los Sonic Youth, tocando por la tarde ante unas 5.000 personas. Ahora, ante ellos, ven a unos 20.000 espectadores entre fans, sorprendidos y escépticos coreando casi al unísono el estribillo de Crónico. Esta vez, más que otro paso adelante, se trata de una zancada en toda regla. Pero, con las cartas sobre la mesa, la zancada no parece suficiente. La barrera de las 6.000 copias - una cifra que, vistas como están las cosas, no parece que esté mal - es difícil de superar. El condominio GELMAR-Astro trabaja pero los resultados artísticos siguen yendo por delante de los comerciales. Sin un disco en el horizonte inmediato, nacen rumores sobre la separación del grupo. Pau funda con Edu y Natalia, de Nosotrash, un grupo paralelo. Electra, cuyo disco saldrá al mercado el 15 de abril de 2002. Jorge, por su parte, anuncia que también piensa en un proyecto en solitario al que llamará Kubrick.
En septiembre de 2002, la tercera deserción - antes fue Juanjo y mucho antes el tal J. Alberto - es la de Edu, que deja el grupo para ir a estudiar a Alemania. Todas las bandas han padecido su particular travesía en el desierto y muchas se perdieron en el camino. LHR estuvieron a punto, pero supieron encontrarse a tiempo. Y lo hicieron dando un giro musical y emocional a sus canciones, quitándole adornos y encrudeciendo el sonido. Algo así como una forma de ahuyentar los fantasmas a puñetazos. El día 20 de septiembre ocupan los Estudios 54 de Valencia, a las órdenes de Dani Cardona (Unas sonrisa terrible) y comienza la grabación de su cuarto disco. Su escueto nombre - 4 - ya indica en cierta manera la actitud del disco. El rock se ha hecho dueño de las melodías, las guitarras planean sobre las canciones, desnudas y huyendo de virtuosismos, las voces se muestran mucho más seguras y descaradas. Otra novedad: Pau firma la mitad de las composiciones. En 4, como en los anteriores, todo sigue buscando la emoción, pero por encima de lo demás, se nota que se lo han pasado muy bien grabándolo y lo saben transmitir al escuchante. Es quizá, el reencuentro de esas dos Habitaciones Rojas paralelas de las que hablábamos antes: la que se metía en un estudio y la que salía al escenario. El 10 de noviembre de 2002 el disco ya está acabado y a primeros de 2003 sale a la venta. El grupo estaba más que satisfecho con el resultado final y el público de siempre vuelve a responder favorablemente. 4 los revitaliza, la gira de presentación es todo un éxito y ellos ya son un clásico de la escena independiente española. Otro momento clave será, de nuevo, la participación en el FIB. Es la tercera vez, las masas ya no impresionan tanto a la banda y vuelven a convencer. Pocos grupos españoles lo han hecho de manera tan contundente. Pero no es el único éxito sobre un escenario. Su condición de banda de primera fila se demuestran en todos los conciertos de la gira, como el del festival Contem-pop-ranea, que les coronó como reyes del indi patrio. Pero todo este impulso vuelve a hacerle bola a GELMAR-Astro que, esta vez, no tienen más remedio que dejar libre a la banda. A buenas, eso sí, y para despedirse, en el verano de 2004 editan una recopilación de caras B, rarezas y dos temas inéditos. Ya sólo queda el que, por ahora, es el último gran salto adelante. Tras varios tanteos, LHR firma con Mushroom Pillow, también independiente pero con otra forma de entender el negocio - ahí están, para demostrarlo, los éxitos de Deluxe o The Sunday Drivers. En septiembre sale al mercado Para Ti, vol 1, un homenaje de la banda a sus filias poperas de los ochenta a través de versiones de Paraíso, La Mode, La Dama Se Esconde y Los Navajos. El gran hito vendrá unas semanas después, cuando dejan aparcada la furgoneta en l’Eliana para subirse a un avión que les llevará a Chicago. Allí grabarán - durante 12 días inolvidables - a las órdenes del gran Steve Albini. Otra vez, los miembros de LHR se reencuentran con su condición de melómanos rockeros de una forma inesperada: grabando su quinto disco con el mismo señor que grabó a Nirvana, Pixies, PJ Harvey, Nine Inch Nails, The Wedding Present, Low, Auters... bueno, así hasta unos 1.500 grupos, que de todo habrá... Con Albini - del que sólo guardan buenos recuerdos - no sólo buscan un gran nombre en la contraportada del disco. Buscan - y encuentran - afianzar el sonido que habían apuntado en 4, su actitud y fuerza de los directos plasmada en un CD. Además, ellos, como músicos, parecen envalentonados, homenajeando sin miedo sonidos añejos como los Ramones o los Rolling Stones, y aprovechando al máximo la experiencia del Albini para inventar y llevar las melodías un punto más allá. Del resultado, Nuevos Tiempos (publicado en enero de 2005 y que ya en febrero estaba entre los 35 discos más vendidos según la AFYVE), poco podemos decir que no sea bueno. Tras la grabación en Chicago, y ya puestos en aguas internacionales, LHR emprende una gira por la América Latina, dando conciertos en México (donde la gente que acude a las actuaciones se sabe las canciones de pe a pa), y Chile y Argentina, donde se reconocen como unos totales desconocidos y vuelven a sentirse igual que cuando empezaron su carrera, viajando durante horas en autobús, saltando en las discotecas de madrugada y jugando partidillos de fútbol los domingos con resaca. A partir de aquí, esta biografía se debería ir escribiendo sobre la marcha. Y que dure muchos años.
Voro Contreras
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